La santidad como vocación es para el hombre es un don y una tarea. Don, porque la gracia ha sido derramada, y tarea, por el trabajo personal que supone responder a este llamado. Por eso también es un desafío, porque la invitación a ser santos no es “para los altares”, sino para la vida cotidiana.
En estas páginas, llenos de vitalidad, la autora ofrece su síntesis personal – a partir del acompañamiento pastoral de hermanos en la fe y de su propia vida–, de la experiencia recogida sobre este camino de transformación y trabajo de las virtudes para alcanzar la santidad.
En 1974 Mirta Ridruejo, con apenas 16 años de edad y siendo estudiante secundaria, ingresó en los llamados entonces “grupos juveniles de oración” con lo que se iniciaba lo que hoy es El Movimiento de la Palabra de Dios. Madre de familia, odontóloga, finalizando la Maestría en Ética Biomédica de la UCA, pertenece a una comunidad discipular de la Obra y desde allí ofrece su vida en el servicio pastoral.
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