El Evangelio
Evangelio según San Juan 15,26-27.16,12-15.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."
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viernes, 4 de noviembre de 2011
Ser un Psicólogo Cristiano: “Desafío y Providencia” por Alberto Sánchez
Hace un par de años comencé a dar forma a una búsqueda profunda de integración entre mi profesión y mi vida de fe.
Leí mucho, estudié mucho, busqué mucho.
El Espíritu Santo me mostró que debía aumentar la oración y bajar las expectativas.
Cuando llegó el momento oportuno se manifestaron los signos esperados.
Por un lado con mis más de trece años de recorrido, mi forma de trabajo fue modificándose.
He atendido pacientes en diván y cara a cara. El psicoanálisis siempre me interesó por permitir la exploración de las más profundas motivaciones de la psiquis humana.
En este sentido mucho he recorrido. Realicé un Posgrado en Psicosomática, teniendo en mente la unidad mente-cuerpo como base de lo que sería para mí el concepto de persona que guiaría mi práctica clínica.
Recorrí diferentes grupos de estudio en psicoanálisis, incluyendo teoría lacaniana.
Por un lado fue surgiendo en mi quehacer, más que en mi mente una nueva orientación que marcaría el tipo de psicoterapia a implementar.
Para mi fue revelador y marcó un antes y un después en esta búsqueda un texto de Carlos Domínguez Morano, “Orar después de Freud”.
Gracias a los hermanos colegas de Alianza (1), un grupo de psicólogos católicos estudiamos este texto de tanta riqueza y claridad acerca de la psicología de la persona creyente.
Me encontré con la convergencia de varias cuestiones: Humanizar la atención, de forma que el vínculo profesional no eclipse la cuestión de que uno no trabaja solo con estructuras clínicas (neurosis, psicosis, perversión), ni solo con síntomas, sino con personas que padecen.
No es necesariamente perjudicial que la persona descubra en su terapeuta preocupación, interés ó alegría cuando la misma supera inhibiciones, angustias ó algún otro síntoma.
Pensé en esbozar un nombre tentativo a esta visión o enfoque de la psicoterapia. A mi mente acudió el termino “En tiempo presente”. No se trata simplemente de una terapia focalizada al estilo de la que cubren en su cartilla las obras sociales. En 30 sesiones de media hora deben resolverse conflictos que llevaron años en formarse.
Al centrarnos en el hoy, pero pensándolo como un eje que vincula nuestro pasado con el futuro que vamos construyendo, y esto a su vez vinculado a ese otro eje que es la unidad de la persona en cuerpo, mente y espíritu. A modo de ejes cartesianos que se cruzan y en su cruce convergen con este aquí, ahora y con este dolor que lleva a la persona a buscar ayuda profesional. Así retomé elementos de antropología cristiana, ya que nada es tan profundamente humano como una visión cristo céntrica del ser humano.
Descubrí entonces que no solo es aplicable tener este concepto del hombre como fundamento para atender personas creyentes. Solo se trata de tener como base o fundamento un concepto de hombre que permita abarcar a la persona en su totalidad y en su completa integridad.
Como plus en los últimos años he recibido en mi consultorio a personas comprometidas con la fe católica. Lo cual lejos de ser un problema fue de lo más enriquecedor.
Además al yo mismo tener una experiencia eclesial y particularmente de lo que en el Movimiento de la Palabra de Dios (2) llamamos la experiencia “del Dios Vivo”, me permitió comprender más cabalmente lo que estas personas vivían sobre todo en lo que hace a experiencias de sanidad y libertad interior.
Varios encuentros con otros psicólogos del Movimiento (2) para orar por nuestros pacientes, abrió para mi la posibilidad de compartir en un espacio de anuncio, fe, oración y gracia este don que es ejercer una profesión de ayuda como la psicología.
A la parroquia de mi barrio llegó un nuevo párroco con ímpetu por hacer cosas nuevas, y además psicólogo.
El Señor me dio la posibilidad de rezar con este sacerdote y discernir en que podía colaborar desde mi profesión en este lugar.
Se fueron abriendo caminos que derivaron en la posibilidad de brindar una charla en la parroquia con “El Amor Cristiano” como tema central. A partir de la encíclica de Benedicto XVI,
finalmente se realizó este encuentro donde junto a una profesora de filosofía, el sacerdote y yo presentamos el tema desde la psicología la filosofía y la teología.
A partir de ese momento colaboro en la parroquia con quienes buscan apoyo psicológico y no tienen recursos para iniciar una terapia en forma privada.
El camino de oración sobre lo que el Señor me regalo para dar a los demás, me condujo a cambiar la mirada sobre la profesión y poder dar pasos de integración con la vida de fe.
Desde estas experiencias mi objetivo en cada tratamiento es que puedan salir a la luz los recursos propios con los que cuenta quien busca ayuda e imagino interiormente que Jesús quiere resucitar en la persona doliente. De forma que las crisis atravesadas, sean una posibilidad de crecimiento y un paso más hacia la sanidad y la libertad interior.
Recuerdo una frase de Khalil Gibran que me ayuda a expresar con claridad este sentir:
“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.”
Orar por cada paciente es una bendición y escuchar, comprender y recibir profundamente el dolor de quienes buscan ayuda, es para mi a partir de lo relatado también, una forma de recibir a Jesús.
Alabado sea Dios en el corazón del otro. Jesús pronto resucitará en el.
Amen.
Febrero de 2009
Referencias
(1) Alianza: Equipo de profesionales de la salud mental, surgido como comunidad de trabajo a partir de la experiencia de sus miembros en el MOPAL
(2) Movimiento de la Palabra de Dios (MOPAL): Movimiento católico fundado en 1974 por el Sacerdote Ricardo Martensen
Leí mucho, estudié mucho, busqué mucho.
El Espíritu Santo me mostró que debía aumentar la oración y bajar las expectativas.
Cuando llegó el momento oportuno se manifestaron los signos esperados.
Por un lado con mis más de trece años de recorrido, mi forma de trabajo fue modificándose.
He atendido pacientes en diván y cara a cara. El psicoanálisis siempre me interesó por permitir la exploración de las más profundas motivaciones de la psiquis humana.
En este sentido mucho he recorrido. Realicé un Posgrado en Psicosomática, teniendo en mente la unidad mente-cuerpo como base de lo que sería para mí el concepto de persona que guiaría mi práctica clínica.
Recorrí diferentes grupos de estudio en psicoanálisis, incluyendo teoría lacaniana.
Por un lado fue surgiendo en mi quehacer, más que en mi mente una nueva orientación que marcaría el tipo de psicoterapia a implementar.
Para mi fue revelador y marcó un antes y un después en esta búsqueda un texto de Carlos Domínguez Morano, “Orar después de Freud”.
Gracias a los hermanos colegas de Alianza (1), un grupo de psicólogos católicos estudiamos este texto de tanta riqueza y claridad acerca de la psicología de la persona creyente.
Me encontré con la convergencia de varias cuestiones: Humanizar la atención, de forma que el vínculo profesional no eclipse la cuestión de que uno no trabaja solo con estructuras clínicas (neurosis, psicosis, perversión), ni solo con síntomas, sino con personas que padecen.
No es necesariamente perjudicial que la persona descubra en su terapeuta preocupación, interés ó alegría cuando la misma supera inhibiciones, angustias ó algún otro síntoma.
Pensé en esbozar un nombre tentativo a esta visión o enfoque de la psicoterapia. A mi mente acudió el termino “En tiempo presente”. No se trata simplemente de una terapia focalizada al estilo de la que cubren en su cartilla las obras sociales. En 30 sesiones de media hora deben resolverse conflictos que llevaron años en formarse.
Al centrarnos en el hoy, pero pensándolo como un eje que vincula nuestro pasado con el futuro que vamos construyendo, y esto a su vez vinculado a ese otro eje que es la unidad de la persona en cuerpo, mente y espíritu. A modo de ejes cartesianos que se cruzan y en su cruce convergen con este aquí, ahora y con este dolor que lleva a la persona a buscar ayuda profesional. Así retomé elementos de antropología cristiana, ya que nada es tan profundamente humano como una visión cristo céntrica del ser humano.
Descubrí entonces que no solo es aplicable tener este concepto del hombre como fundamento para atender personas creyentes. Solo se trata de tener como base o fundamento un concepto de hombre que permita abarcar a la persona en su totalidad y en su completa integridad.
Como plus en los últimos años he recibido en mi consultorio a personas comprometidas con la fe católica. Lo cual lejos de ser un problema fue de lo más enriquecedor.
Además al yo mismo tener una experiencia eclesial y particularmente de lo que en el Movimiento de la Palabra de Dios (2) llamamos la experiencia “del Dios Vivo”, me permitió comprender más cabalmente lo que estas personas vivían sobre todo en lo que hace a experiencias de sanidad y libertad interior.
Varios encuentros con otros psicólogos del Movimiento (2) para orar por nuestros pacientes, abrió para mi la posibilidad de compartir en un espacio de anuncio, fe, oración y gracia este don que es ejercer una profesión de ayuda como la psicología.
A la parroquia de mi barrio llegó un nuevo párroco con ímpetu por hacer cosas nuevas, y además psicólogo.
El Señor me dio la posibilidad de rezar con este sacerdote y discernir en que podía colaborar desde mi profesión en este lugar.
Se fueron abriendo caminos que derivaron en la posibilidad de brindar una charla en la parroquia con “El Amor Cristiano” como tema central. A partir de la encíclica de Benedicto XVI,
finalmente se realizó este encuentro donde junto a una profesora de filosofía, el sacerdote y yo presentamos el tema desde la psicología la filosofía y la teología.
A partir de ese momento colaboro en la parroquia con quienes buscan apoyo psicológico y no tienen recursos para iniciar una terapia en forma privada.
El camino de oración sobre lo que el Señor me regalo para dar a los demás, me condujo a cambiar la mirada sobre la profesión y poder dar pasos de integración con la vida de fe.
Desde estas experiencias mi objetivo en cada tratamiento es que puedan salir a la luz los recursos propios con los que cuenta quien busca ayuda e imagino interiormente que Jesús quiere resucitar en la persona doliente. De forma que las crisis atravesadas, sean una posibilidad de crecimiento y un paso más hacia la sanidad y la libertad interior.
Recuerdo una frase de Khalil Gibran que me ayuda a expresar con claridad este sentir:
“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.”
Orar por cada paciente es una bendición y escuchar, comprender y recibir profundamente el dolor de quienes buscan ayuda, es para mi a partir de lo relatado también, una forma de recibir a Jesús.
Alabado sea Dios en el corazón del otro. Jesús pronto resucitará en el.
Amen.
Febrero de 2009
Referencias
(1) Alianza: Equipo de profesionales de la salud mental, surgido como comunidad de trabajo a partir de la experiencia de sus miembros en el MOPAL
(2) Movimiento de la Palabra de Dios (MOPAL): Movimiento católico fundado en 1974 por el Sacerdote Ricardo Martensen
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