Autor: Zelmira Seligmann
Fundamento y guía principal de la tarea del Psicólogo
La confianza en la Gracia
Hoy en día la Psicología, cumpliendo de alguna manera el proyecto nietzscheano de “señora de las ciencias”, aparece en todos los ámbitos donde se mueve el hombre mismo. Por eso nos referiremos a la tarea del psicólogo en un sentido amplio, en las diversas áreas en que se requiere generalmente su presencia, en las distintas situaciones a las que se enfrenta, y en las que los demás ponen exageradas expectativas respecto de la resolución de problemas. La Psicología se ha forjado, en el mundo actual, para el común de la gente –y hasta en muchos de ámbitos académicos una cierta imagen de omnipotencia. Y hasta en los ambientes más religiosos ha penetrado reemplazando la verdadera vida espiritual y la mística cristiana. Esto no nos extraña, ya que es heredera de la filosofía moderna, y realiza sus ideales antropocéntricos de superioridad de la ciencia humana y de su método. Por eso vemos que pretende dar pautas indiscutibles de conducta: en la educación, en la salud y la enfermedad, en las crisis vitales, en el discernimiento vocacional, en la elección profesional, en las relaciones familiares, institucionales, sociales, etc. Y todavía más, muchas veces se le exige al psicólogo hacer pronósticos certeros sobre la vida entera de una persona, con una proyección de futuro más propia de Dios que de los hombres. Debido a esto, hablaremos del psicólogo como aquel que se enfrenta a un hombre que ciertamente no se encuentra en el estado de naturaleza íntegra (donde la mente estaba sometida a Dios), pero tampoco totalmente corrompido como pretende Lutero y el protestantismo, Freud y el psicoanálisis, y también muchas corrientes de psicología de raíz moderna. Nuestra posición se ubica en el reconocimiento del hombre que posee una naturaleza caída, con un severo desorden en su personalidad, pero que tiene la posibilidad de ser restaurada y sanada por la gracia. El hombre no puede llegar a su plenitud como hombre, si no es por la gracia. No puede llegar a ser plenamente “sano” y ordenado psíquicamente, si no es con la ayuda de la gracia. Por eso el psicólogo en su tarea, debe confiar en la gracia, es decir, deber tener fe en la realidad de la gracia de Dios, en su efectiva acción en el alma y en su dinamismo, que la eleva al fin último sobrenatural. Y esto plantea también un tema polémico y urticante para muchos –aún entre los psicólogos católicos y es si el psicólogo es mejor si tiene fe, y hasta si es bueno que de testimonio de su fe. ¿Es lo mismo un psicólogo con fe, que uno sin fe? ¿Es mejor un psicólogo que confía más en la omnipotencia de la Psicología que uno que confía en el poder de la gracia de Dios y trata de ser un buen instrumento? Pero avancemos en el desarrollo de los temas e iremos develando estas cuestiones.